Es sorprendente como escribir me libera. Me calma. Me hace
sentir un poquito no tan cargada.
Mis dedos se mueven a una velocidad increíble, mientras con
mis ojos cerrados tecleo todo lo que se me cruza en mi mente.
No.
Simplemente no.
NO.
NO y NO.
Respiro profundo. Cuento. Uno, dos, tres.
Inhalo.
Exhalo.
¿Por qué sigo pensando en esto?
Mil fundamentos, mil razones. Mil cosas por pensar.
El tiempo pasa, los segundos corren, los minutos se
convierten en horas. Las palabras en frases y las frases en párrafos. Y yo sigo
pensando.
No sé.
De pronto la solución está en esperar.
En esperar y dejar que el tiempo siga corriendo. Que las
horas sigan avanzando, mientras mi corazón late cada vez más fuerte en búsqueda
de una respuesta.
Amor. Siento amor. Sí, eso lo siento.
¿Seré capaz?
Solamente sigo respirando, y sintiendo, y pensando. Y algún
día las cosas se van a solucionar.
Y no sólo es eso. Creo que ella está regresando. Metiéndose
en mi cabeza. Ella quiere volver a tenerme. Pero yo no quiero que me tenga, y
sin embargo la estoy dejando entrar.
¿Por qué? Pensé que se iba a ir para siempre. Pero no. Ella
no te abandona. Ella está acá. Y se regodea de tu desdicha al pensar en ella.
Y en él también. Porque te mete ideas en la cabeza sin que
te des cuenta.
A ambos les gusta verte sufrir.
No sufras. Eres fuerte. No sufras. Tú puedes. No sufras.
Todo va a estar bien.
Frustración.